Terminado el partido Villarreal-Espanyol que Cuatro retransmitió el pasado jueves, el comentarista anunció que seguidamente el programa Tiki Taka daría a conocer unas declaraciones del árbitro Muñiz Fernández a propósito de su escandalosa actuación en el Elche-Real Madrid. ¡La leche!, me dije, esto hay que verlo y escucharlo. Iniciado el programa, ¡tachán!, el excolegiado Iturralde González aparece en plan estelar y dispuesto a defender a capa y espada al polémico trencilla asturiano, hasta el punto de darle mucha razón en el penalti que señaló de Carlos Sánchez sobre Pepe, cuando aquello más bien parecía un intento de estrangulamiento del defensa portugués sobre el centrocampista colombiano, que se quedó pasmado con la decisión, como todo el mundo, salvo los recalcitrantes hinchas del Madrid, e Iturralde, que ha encontrado un estupendo trabajo como bufón en el citado espacio televisivo.

Las anunciadas declaraciones de Muñiz Fernández tampoco eran tales, sino una supuesta conversación telefónica entre Iturralde y su excolega y al parecer amigo, sobre quien no tuvo escrúpulo alguno en desvelar ante la audiencia: "Está tranquilo, pero preocupado por su familia...", destacó. ¿Y qué le pasa a su familia? ¿Y eso que le pasa a su familia le desquició? ¿Y qué tiene que ver el tema personal con pitar un penalti inexistente que le dio la victoria al Real Madrid con el tiempo de juego cumplido; o la opción de no expulsar a Sergio Ramos en otro momento clave del partido?

En un programa donde un grupo de periodistas forofos del Real Madrid y otro del Barça discuten estruendosamente y a la vez, convirtiendo aquello en una casa de locos al más puro estilo Sálvame, pero en versión futbolera, a Iturralde González le tienen a modo de laxante. Sale un panel en la pantalla con diversos personajes que opinaron sobre el desafuero de Muñíz Fernández y el conductor del espacio le dice: "a ver, Eduardo, ¿qué les respondes?". Aparece Sandro Rosell, presidente del Barça, afirmando: "aún no me lo creo; la evidencia no hace falta comentarla", a lo que Iturralde responde airado: "yo tampoco comentaré que es el peor presidente del Barcelona". Luego la alcaldesa de Elche, la pobre, y así...

El nuevo curro del histriónico Iturralde (lo mismo se somete a la prueba del polígrafo, confiesa que utilizaba faja cuando pitaba y grita como el que más) no tendría mayor alcance ni relevancia si no fuera porque en su época de árbitro, concluida la pasada temporada con los récords absolutos de penaltis pitados y tarjetas amarillas enseñadas, ponía a parir a sus colegas que tras el retiro pertinente colaboran en los medios de comunicación analizando los partidos. Hipocresía pura y dura.

Tampoco sorprende demasiado la defensa a ultranza de César Muñiz Fernández, sabido que los colegiados, en caso de duda, siempre se han inclinado e inclinan hacia el poderoso, Real Madrid y Barcelona, mayormente, lo cual conoce sobradamente Iturralde González.

Está arraigado en el subconsciente. El muy cabrón (el subconsciente) enreda como un duendecillo sandunguero en casi todos los negocios del balón. Piensen en Messi, cuando el pasado viernes acudió a declarar en un juzgado barcelonés por un delito de fraude fiscal superior a los 4 millones de euros y el gentío le aclamó como a un héroe, como si en plan Robin Hood la Pulga se dedicara a repartir entre los pobres el dineral que había mangoneado a la Hacienda pública. No todos. Alguien (seguro que era del Espanyol) tuvo la osadía de gritarle: ¡ladrón!

Otro ejemplo. En el Athletic-Betis del pasado jueves. Susaeta fue objeto de un penalti de libro que Beñat se encargó de lanzar. Como de vísperas había advertido que en caso de anotar algún gol no lo iba a celebrar por consideración hacia su exequipo, el subconsciente le echó una mano sacándole del apuro, y tiró la pena máxima rematadamente mal.

La fuerza subliminal que atesora el subconsciente también tiene pillado de las entendederas a Ander Herrera, que todavía vive azorado, al parecer, por su flirteo con el Manchester United, cuando San Mamés le ha perdonado de sobra y sin reproche alguno aquel turbio asuntillo, según quedó constatado en los partidos ante el Celta y Betis, en los cuales el fino estilista bilbaino brilló por su ausencia.

El Athletic necesita de su talento, pero a poco que se descuide Ernesto Valverde, que no se anda con chiquitas ("el equipo no se resiente con los cambios", dijo ayer), pondrá a otro, máxime después de la exhibición que hizo Ibai el otro día y la rentabilidad que atestigua De Marcos, que piden por mérito formar en el once que hoy se medirá al Granada.