Agur, Idígoras
Si los cambios en la vida son parsimoniosos, en la política lo son aún más. Han transcurrido cuarenta días desde que la sociedad ordenara desahuciar a López de Ajuria Enea y aún sigue allí instalado. Después de casi cuatro años sin funcionar, su Gobierno está en funciones. Al menos Miguel Ángel Idígoras, durante este tiempo director de ETB, ha tenido la honra de hacernos más corta la espera y dimitir para volver a su casa natural, TVE. Porque este hombre, de triste mirada, siempre estuvo a lo que quisiera mandar el PP. En 2009, cumpliendo el reparto del poder con el PSE, Basagoiti le puso al frente de la televisión pública para que la impronta de España y su unidad de destino quedaran marcadas en el alma de los rebeldes. Y aquí se vino con el espíritu épico de las misiones históricas, el mismo al que se refería nuestro caducado lehendakari en uno de sus postreros actos oficiales.
Obediente pero sin criterio, MAI españolizó el mapa del tiempo, mudó teleberris, malogró pluralismos, enmudeció discrepancias, barrió a los mejores, contrató a mediocres, censuró cuanto pudo y huyó de la realidad con tanta mala voluntad y fortuna que en su mezquina aventura perdió la mitad de la audiencia y todo el prestigio y afecto social esforzadamente ganados por la tele pública en treinta años. Por pretender ser la bandera de una catarsis de país, se convirtió en el símbolo perfecto de su fracaso.
Fue él quien patrocinó la excusa de que todo era por culpa del boicot nacionalista, versión del contubernio judeomasónico y las viejas paranoias franquistas. Y nos dejó para la posteridad esta perla cultivada: "La izquierda abertzale y sectores radicales del PNV están incendiando ETB". Lo que equivalía a impugnar a miles de ciudadanos que, libremente, habían dejado de asomarse a la ventana de ETB, acusándoles de rebaño manipulado. Pero MAI no se despide: es Euskadi quien le ha despedido. Un mes o dos antes que a Surio, que esperará sin honor a que la sentencia de su destitución le arranque de la silla para siempre. Vayan con Dios.