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La llamada del Bilbao exprés

Si uno aplica el oído al suelo de una agencia de viajes -o mejor dicho, a una de las cientos de web que van a condenar a ese negocio a la pantalla de un ordenador...- podrá oír la llamada del Bilbao exprés, una ciudad de visitas cortas pero intensas, según lo entiende esa gran población flotante que habita en el país de los turistas. Qué lejos queda aquella visión corta de miras de Herbert Muschamp, periodista del New York Times, cuando en 1997 llegó a la ciudad y escribió lo siguiente en el periódico más célebre del planeta. "La carretera atraviesa un valle: Bilbao y su río, el Nervión, aparecen de repente y la ciudad se extiende como un mal sueño, muy distinta a lo que uno piensa que debe ser un lugar situado a nivel del mar. El edificio Ghery también se vislumbra por un instante y sus relucientes y curvadas paredes de acero nos dan una inconfundible bienvenida. Entonces el taxi se sumerge en la ciudad, el río desaparece, el museo se desvanece y te tragan las calles de una ciudad algo vulgar."

Quince años después de ese intento de condena al ostracismo, Bilbao despierta el interés de miles de visitantes que la consideran un destino idóneo para cortas estancias. O tal vez el periodista yanquipensase que nada podía eclipsar el museo creado por su compatriota. El pobre Herbert tiró una chinita al lago y las ondas expansivas crearon cierto desencanto, pero ya nadie se acuerda de él. De Bilbao, sí; como queda visto en la información vecina. Viene el turista en este corto puente de tres días, convencido de que va a encontrar aventuras suficientes no ya para matar el rato, sino para alegrarlo. Entre todos hay que hacer lo posible para que vuelva.