EL reciente estallido de violencias en Nigeria y el Senegal así como los secuestros de cooperantes en diversas naciones africanas tienen causas inmediatas muy diversas, locales, pero la violencia de todo el Continente Negro tiene no obstante un denominador común : el del rechazo de la cultura blanca.

En Nigeria, donde las causas inmediatas del malestar social están en la opresiva preponderancia del sur cristiano y rico sobre el norte musulmán y pobre, la población de esta parte país no se ha rebelado contra los sureños, sino que la ha emprendido con los cristianos y, sobre todo, con todo el mundo blanco. El nombre de la organización terrorista norteña "Boko Haram" significa textualmente "todo lo occidental está prohibido". Es decir, que para los discriminados de Nigeria los culpables de sus penurias no son ni las tribus meridionales ni sus propias carencias, sino el mundo de los blancos que no entienden, pero cuyas normas y formas de Vida les han sido impuestas.

Este fenómeno ha estado latente en África desde que apareció el colonialismo blanco, pero se ha recrudecido episódicamente a lo largo y ancho del Continente desde que se acabó la II Guerra Mundial, alcanzando su virulencia máxima en el Este de la mano de Osama Bin Laden. El atraso estructural y la pobreza africanas obligaron finalmente a Bin Laden a asentar las bases de su guerra antioccidental en el Afganistán, pero él pronosticó que África estaba a un paso de emprender la revolución antioccidental.

La rebelión negra predicha por Bin Laden no se ha producido aún, pero es muy interesante ver como los estertores socio-políticos africanos actuales recurren a tácticas muy anteriores a la guerra santa preconizada por Al Qaeda. El modelo de guerrilla y subversión que se registran hoy en día allá son un calco de la guerra de independencia adoptada por los argelinos del FLN (Frente de Liberación Nacional) para acabar con el colonialismo francés en el Norte de África.

Los patriotas argelinos, militarmente muy inferiores a las tropas francesas, montaron en los años 50 una red subversiva cuyo mayor recurso era su estructura atomizada y descentralizada. Eso volvía a todo el FLN invulnerable a la represión francesa porque las células detectadas y destruidas no sólo no representaban pérdidas mayores de material y recursos humanos, sino que al estar integradas muy superficialmente en estado mayor del movimiento patriótico, las autoridades galas apenas dañaban a la organización en su conjunto al desarticular aquí y allá células terroristas.

La adopción de esta atomización que resultó de máxima eficacia en zonas urbanizadas o densamente pobladas se vuelve aun más efectiva cuando las guerrillas actúan en vastos territorios débilmente poblados y amparados por una naturaleza hostil, sea en forma de desierto o de bosques tropicales.

Naturalmente, en este contexto radica también el talón de Aquiles del actual movimiento antioccidental africano. Los argelinos de mediados del siglo XX estaban motivados tanto por su repulsa del colonialismo y la cultura en que este se apoyaba como por una pasión nacionalista. Y, en cambio, la pléyade de organizaciones y células rebeldes y terroristas del africanismo actual sólo tiene en común su repulsa del mundo y la cultura blanca. El elemento aglutinante del patriotismo falta justamente por la ausencia de una historia común que genere la conciencia de patria.