No tengo dudas. Los elogios son desmedidos y exagerados y no se corresponden con los que este equipo debe lograr, que es ganar con autoridad, sin dudas y con regularidad", dijo Marcelo Bielsa la víspera, ofreciendo nuevos rasgos de su insondable personalidad como es la perspicacia, y también la clarividencia, pues ya intuía la avería que se avecinaba.

Así que se puso la venda antes de recibir la pedrada del Granada en pleno rostro, acabando con una racha de once partidos consecutivos sin perder; marcha triunfal que había encandilado a la parroquia rojiblanca, y provocado los encendidos elogios de la prensa especializada (?). O sea, ya lo decía yo, pudo haber dicho, aunque no lo dijo, el reputado Bielsa tras el partido, para añadir que hasta en la derrota le asiste la razón, y sobre todo el sentido común, pues sus muchachos recibieron tantas alabanzas que probablemente se les ha subido el pavo, hasta el punto de bajar la guardia y mirar con cierto desdén y suficiencia al Granada, un equipo recién ascendido, que regresaba a San Mamés en situación de antepenúltimo, después de 35 años de ausencia, y que sabe lo mucho que tendrá que batallar para conservar la categoría. Y luego, conforme pasaba el tiempo y la amenaza de la derrota se cernía próxima, la reacción fue con las vísceras, precipitada, a pelotazo y tentetieso, y así, a la brava, tampoco pudo descerrajar el compacto sistema defensivo del cuadro andaluz.

Pero del insospechado revés se pueden establecer varias conclusiones:

Que Marcelo Bielsa ya se lo venía venir ("los elogios debilitan, sobre todo cuando son exagerados y describen como definitivas circunstancias que son parciales por el propio paso del tiempo", Bielsa dixit, también en la víspera de autos) y sin embargo no supo advertir a sus hombres sobre la carga emocional que escondían tan sombríos presagios, o cuando menos no supo transmitirlos en román paladino.

Que el Athletic tiene estatus de grande y el rival actúa en consecuencia, concienciado de la empresa, defensivamente bien pertrechado y con el manual de supervivencia entre los dientes.

Que al Athletic le aguarda en lo próximo una prueba de estrés para espantar las dudas, tal y como hace la autoridad bancaria europea para descubrir extraños y descomunales catarros que han jodido la economía mundial (esto y lo de la Prima de Riesgo me tienen aturdido, ¡lo que hace la ignorancia!), frente al Mallorca de Joaquín Caparrós, con el morbo consecuente que conlleva semejante reencuentro.

La derrota, en definitiva, abre paso a la reflexión y al propósito de enmienda, toda vez que al Athletic ya se le atragantaron otros dos ascendidos a Primera División, el Rayo y el Betis, entre otros rivales de escaso pedigrí, aunque eso fue al principio, cuando las sabias enseñanzas del maestro Bielsa caían en saco roto.

Ahora, ya no. Pero en cierto modo, al Athletic le ocurre lo mismo que al Barça, contra quien jugó de tú a tú en aquel memorable encuentro en La Catedral. Como saben, el sideral equipo de Pep Guardiola perdió en Getafe contra todo pronóstico, probablemente víctima de la fatiga que puede provocar la rutina de la victoria; el exceso de confianza en el enorme poderío futbolístico que atesora o simplemente un mal día, como lo tuvo el inconmensurable Leo Messi.

Resulta que dos horas antes el Real Madrid había destrozado a goles al Atlético en el derbi madrileño, y que dos horas después la tropa de Mourinho, cada vez más avezada y letal, se colocaba seis puntos de distancia de la escuadra azulgrana.

La consecuencia es magnífica, pues se aventura para el próximo 10 de diciembre un gigantesco duelo que puede decidir la Liga. Tal y como anda el gigante blanco tras comenzar la temporada titubeante (derrota ante el Levante, empate en Santander), el triunfo le podría colocar a nueve puntos de distancia. Al contrario, la victoria culé significará acortarla a tres, además de dar otro cualitativo golpe de autoridad y demostrar que sigue siendo el indiscutible rey del fútbol mundial.

A la espera de acontecimientos, la Real ya no es colista tras otro espectacular gol de Iñigo Martínez desde su campo, y Osasuna resulta que está clasificatoriamente por encima del Athletic. El Barça le metió ocho goles; el Madrid, siete. Pero sabe cómo enfrentar y ganar a los de su Liga. Tomen nota, muchachos.