la actualidad empresarial vasca de la pasada semana ha dejado como protagonistas a tres empresas vascas, cuyas circunstancias actuales definen las dos caras de un modelo económico en crisis donde conviven el drama humano provocado por un lado desde procesos negativos (cierres de empresas y destrucción de empleo) materializados en el sufrimiento agónico de Babcock y en el desasosiego que vive la Acería Compacta de Bizkaia (ACB), y por otro gracias a factores positivos impulsados desde el conocimiento tecnológico, el esfuerzo personal, la expansión internacional y el humanismo, representados por nuevos pedidos en la cartera de trabajo de la CAF de Beasain. Tres empresas históricas y emblemáticas en medio de la encrucijada que da paso a dos caminos tan diametralmente opuestos e inseparables como las dos caras de una moneda que, formando parte de la misma unidad, jamás llegan a encontrarse. En la cruz de esa moneda encontramos el cierre definitivo de Babcock y los dos meses de parada en la ACB (heredera esta última de Altos Hornos de Vizcaya). Triste destino para quienes, en su día, fueron el buque insignia de la industria vasca y ahora padecen las miserias de un mercado que, bajo el influjo seductor del modelo neoliberal, abandona a su suerte a los más débiles. Ambas han formado parte del patrimonio industrial del Estado y ambas fueron privatizadas. Bien es cierto que los fueron en procesos bien diferentes, pero los resultados parecen desembocar en el proceloso mar del desempleo. Al otro lado de la moneda, la CAF de Beasain ponen un punto de esperanza en el negro panorama que vivimos, mediante nuevos contratos en el mercado internacional que confirman un liderazgo internacional. Sólo en el mes de septiembre ha ampliado su cartera de pedidos en Turquía (139 millones de euros); Brasil (105 millones); Francia (35 millones) y Estados Unidos (112 millones). Y, lo que es más importante, pone de manifiesto la importancia del conocimiento en la sociedad del siglo XXI. Ejemplariza y pone en valor la gestión eficaz y transparente, la tecnología, el humanismo, el esfuerzo personal, el trabajo en equipo y el compromiso social para salir vivos de esta crisis para crear riqueza, empleo y futuro para la sociedad. Poco más se puede decir de esta empresa con sede en Gipuzkoa. Los resultados hablan por sí solos. Las dos caras de la moneda evidencian cómo los éxitos de una (expansión, desarrollo sostenible y liderazgo) contrastan con las desgracias de otras (cierre patronal, desempleo y pobreza), cuyo origen reside, en el caso de Babcock, reside en la falta de apoyo y financiación cuando fue empresa pública (1983-2001) para acceder a un desarrollo tecnológico imprescindible para ser competitivo y sobrevivir en el mercado internacional de bienes de equipo. Después fue mal vendida y peor gestionada por los nuevos dueños. Dicho en otras palabras, Babcock no tuvo una segunda oportunidad. Sí la tuvo la ACB. Contaba en su inauguración (octubre de 1996) con una tecnología puntera pero ha sido víctima de los estragos de la crisis y el descenso en la demanda de acero laminado. Pero también ha caído en las redes de una multinacional, Mittal Steel Company, cuya estructura societaria presenta una disimetría de consecuencias positivas en tiempos de bonanza, pero imprevisibles en época de crisis, ya que no sólo controla la producción, sino el mercado, tanto de productos acabados como de materias primas, de tal suerte que comprará aquellas plantas siderúrgicas que le proporcionen una cuota de mercado y cerrará las que resulten menos rentables en un mercado en recesión.

Abundando en el tema, el principal accionista de esta multinacional que produce 70 millones de toneladas al año y emplea a 170.000 personas, es el indio Lakshmi Narayan Mittal, quien a partir de un pequeño taller metalúrgico heredado de su padre ha construido el mayor imperio siderúrgico, Mittal Steel Company, que produce 70 millones de toneladas de acero al año y con sede está registrada en el paraíso fiscal de las Antillas Holandesas y con esto está dicho casi todo. La acería vasca depende, en consecuencia de Mittal Steel. Goza, no obstante, de cierta autonomía por la composición de su accionariado que le permite establecer contratos al margen de la multinacional. Pero los mercados emergentes de China, India y Brasil están en manos de multinacionales como Mittal, lo mismo que la materia prima, esto es, la chatarra. En resumen, la capacidad de ACB se ve claramente limitada y bien se puede decir que su situación actual responde más al monopolio ejercido por las multinacionales que a la propia capacidad productiva y tecnológica de la empresa vasca, cuya situación difícilmente puede reconducirse en tanto no se reactive el mercado del acero laminado. Mientras tanto puede ir languideciendo y pasar a formar parte de las empresas damnificadas por la grave crisis que vivimos.