Hace poco más de dos meses despedíamos el curso 2010-11 con la decepción propia de quien no ve, entre los gobernantes europeos, capacidad alguna para salir de la crisis. Hoy sólo podemos reiterar lo dicho porque no saben lo que tienen que hacer y, por ello, sólo hacen lo que saben. Prueba de ello es el resultado de la reunión que han mantenido en Polonia los líderes de la eurozona y el secretario del Tesoro de EE.UU., Tim Geithner, que ha concluido con otro desencuentro a la hora de tomar medidas conjuntas para estimular la economía.
En realidad, estos líderes (¿?) no dejan de ser simples y leales correveidiles del llamado mercado financiero. Ponen énfasis, por ejemplo, en el rescate a Grecia, cuando en realidad debían hablar del rescate a los bancos (preferentemente alemanes y franceses) acreedores de la deuda griega. Mediante el fragor mediático de esta estrategia neoliberal, esconden su incapacidad y tratan de que la opinión pública olvide el verdadero problema de esta crisis que, se mire por donde se mire, no reside en la deuda soberana, ni en el déficit presupuestario, ni en los vaivenes del mercado financiero. No.
El punto de inflexión de esta crisis, su mayor obstáculo, se encuentra en la decadente y débil economía occidental, donde no se reactiva el empleo y el consumo. Se pueden decir muchas cosas del déficit público y el endeudamiento. Pero, toda deuda, sea pública o privada, bancaria o familiar, puede ser amortizada si hay empleo y salarios dignos. Sin trabajo no hay posibilidad de consumo y con las actuales tasas de paro, el mercado comercial se contrae, bajan las ventas, se reduce la producción y cierran las empresas.
Por ello, algunas posturas resultan grotescas. Es el caso de esos ricos franceses y alemanes que piden un nuevo impuesto sobre sus patrimonios para ser solidarios. Me recuerdan a Cimón de Atenas (510-450 a.C.) gran vencedor de la batalla de Maratón donde amasó una gran fortuna (Plutarco señala que pudo robar buena parte del botín de esa batalla). Este ateniense de ideología filoespartana y rival de Pericles, por tanto contrario a la democracia de Atenas, repartía limosnas en el ágora con la pretensión de ganarse el apoyo popular para abolir el sistema democrático que entonces empezaba a ver la luz. Cimón terminó siendo derrotado políticamente por Pericles y fue desterrado en el 461 a.C.
No creo que sea el destino de los ricos alemanes y franceses que, sin embargo, han dejado ahí, en el frontispicio de la opinión pública, una actitud pretendidamente generosa y solidaria con la que podría hacer olvidar cómo, durante los últimos años, estos señores han incrementado sus fortunas gracias al virus consumista y especulador inoculado con la idea de que habían inventado la fórmula perfecta para garantizar el crecimiento sin fin en la economía occidental, para después, en plena crisis financiera, conseguir importantes ayudas públicas para reflotar sus bancos.
También hay declaraciones grotescas, como las de Valeriano Gómez, ministro de Trabajo, y Patxi López, que olvidan principios y valores esenciales para la Humanidad y la Justicia en un sistema democrático y así les luce el pelo. El primero afirmó (27 de agosto) que "el Gobierno prefiere un trabajador temporal a un parado". Una forma de traficar con la tragedia del paro y de vulnerar la letra de la sacrosanta e intocable Constitución española: "Todos los españoles tienen derecho a un trabajo digno" (art. 35). ¿Es dignidad la precariedad? Según esa teoría, también se puede llegar a considerar que es mejor la esclavitud o el trabajo a cambio de alimento y techo antes que estar sin trabajo y sin vivienda porque ha sido ejecutada una hipotecada impagada.
Por su parte, el segundo abandona por un momento el sillón de "los españoles más influyentes", (según la revista Vanity Fair), para tratar de chantajear a la sociedad vasca en la disputa que mantiene con José Luis Bilbao, diputado general de Bizkaia, sobre una hipotética reforma (subida) fiscal (desconocida) que permita recaudar más, ahora que no puede endeudarse. Pero nada dice sobre el diputado general alavés, Javier de Andrés (PP) que también discrepa. Sin entrar en el fondo de la cuestión, utiliza unas formas lamentables.
Lejos de poner en valor el conocimiento, la tecnología y la investigación o de ayudar a los empresarios a crear empleo, que son las verdaderas fuentes de riqueza y, por tanto, de ingresos fiscales, López plantea subir los impuestos bajo la amenaza de: "Porque si no, habrá que preguntarse qué quiere recortar, qué escuelas y hospitales quiere cerrar", lo que lleva implícito el desprecio al texto constitucional que dice defender y donde se puede leer: "Todos tienen derecho a la educación" (art. 27.1); "La enseñanza es obligatoria y gratuita" (art. 27.4); y "Se reconoce el derecho a la protección de la salud" (art. 43).
Estos personajes hacen buena la sentencia de un filósofo griego, Clébulo de Lindos, quien hace 2.600 años (siglo VI a. C.) decía que: "Nada hay en el mundo tan común como la ignorancia y los charlatanes".