EVITEMOs cualquier malentendido. Toda persona es libre de moverse en esta sociedad de acuerdo a sus propias motivaciones, aficiones o creencias. Faltaría más. Por eso, en nombre de esa libertad, me permito señalar como, afectados, preocupados o influenciados por el antes, el durante y el después de la boda del siglo y del partido del siglo la ciudadanía no ha tenido tiempo de analizar y digerir las auténticas cifras del siglo que afectan a la destrucción de empleo y deja en 4.910.200 las personas, según la EPA, que no tienen trabajo; un fuerte incremento de los precios (3,8 por ciento de inflación), así como un pronunciado descenso del consumo privado del 8,6 por ciento en marzo en relación al mismo mes del pasado año.
Dicho en otros términos, solo desde una actitud distraída por el eco mediático de acontecimientos superfluos y en medio de una injustificada desunión sindical es posible entender que ayer, siendo el Primero de Mayo, paradigma de los trabajadores, y con lo que está cayendo en materia económica y laboral, no se registrara la madre de todas las manifestaciones. Por si alguien lo ha olvidado, la situación actual es peor que cuando se convocaron huelgas generales en contra de la reforma laboral. El panorama es peligroso y se define como estanflación (estancamiento económico e inflación) y frente a las cifras del siglo, los políticos gobernantes se consuelan diciendo que no se ha llegado a los cinco millones, mientras desde la oposición prometen crear empleo cuando lleguen a La Moncloa.
Consuelo versus promesa. Triste balance del ridículo que hacen ambos grupos políticos, embarcados en una campaña electoral que actúa como incentivo para, como el señor Rubalcaba, señalar que "esta EPA marca un máximo", para después asegurar que "a partir de aquí, el paro bajará". Claro que para evitar mayores problemas concluyó diciendo que "es una arriesgada previsión", con lo cual pretende lavarse las manos y evitar errores como los de sus compañeros de gabinete que hace un año afirmaban que se había invertido la tendencia negativa. Pues bien, en aquel primer trimestre de 2010 se destruyeron 251.000 empleos y ahora han sido 256.000, a los que habría que sumar un descenso en la población activa de 42.000 personas.
Mientras tanto, los electores, es decir, la ciudadanía en general apenas se conmueve. No importa que desaparezca cualquier atisbo de esperanza para esa generación de jóvenes, entre 16 y 34 años de edad, muchos de ellos excelentemente preparados que han perdido su puestos de trabajo (236.000 según la EPA) y soportan más del 92 por ciento del empleo destruido durante el primer trimestre del presente ejercicio (256.500 parados más). No importa la desesperación para cerca de 1,4 millones de hogares cuyos miembros están todos en el paro. No importa, en definitiva, vivir en una sociedad que dibuja un horizonte sin futuro para su juventud y para miles de hogares sin ingresos.
De momento, dentro de unos días se cumplirán ocho meses desde que el Congreso de los Diputados aprobara la reforma laboral (12-09-2010) que, en palabras del presidente del Gobierno (12-6-2010), iba a proporcionar "estabilidad en el empleo, flexibilidad en las empresas y movilidad laboral". Los datos demuestran la ineficacia de tal reforma. Así, un 75 por ciento de los nuevos parados son trabajadores por cuenta ajena (193.400) y de éstos, un 72 por ciento (139.100) tenía contrato indefinido. A la vista de estas cifras, la situación es grave y si no se ha producido un estallido social se debe, entre otras cosas, a cierta inacción de los dos grandes sindicatos españoles y a la existencia de una gran bolsa de trabajo sumergido.
En realidad, no debería sorprendernos el fracaso e ineficacia de las nuevas medidas. Lo hemos dicho con anterioridad y hay que repetirlo cuántas veces sea necesario. No hay posibilidad de recuperación sin un profundo cambio en el modelo económico, basado en la actualidad en un sector servicios volcado con el turismo y la construcción. Entre ambos sectores dan trabajo a casi un 82 por ciento de la población activa ocupada, dejando un 14 por ciento para la industria y el resto en el sector primario. La crisis no solo es coyuntural (sistema financiero y sector inmobiliario) sino estructural con un gran desequilibrio en sus sectores productivos.
Con estos porcentajes, la recuperación en otros países europeos, que ya se está registrando en Alemania y Francia, apenas se dejará notar en las listas del Inem. El propio FMI acaba de señalar que el crecimiento español no superará, en el mejor de los casos, el 2 por ciento del PIB hasta 2017, lo que significa que la creación de empleo será nula o imperceptible. De modo que estamos paralizados, no se crea empleo, se incrementan los precios (la inflación es del 3,8% en los últimos doce meses, que supera con creces la media europea. Estanflación pura y dura. Situación de emergencia en la medida que se empobrece una parte de la sociedad al perder su empleo o por el encarecimiento de los precios y resta posibilidades al consumo privado (en marzo las ventas del comercio han caído un 8 respecto al año pasado) al tiempo que erosiona el gasto público destinado a subvencionar el desempleo.
Bien es cierto que la situación en el País Vasco es mejor. Frente a una tasa de paro del 22 por ciento en la economía español, el desempleo vasco es casi la mitad (11,61%). Pero es un consuelo muy pobre, entre otras razones porque el principal mercado vasco es el español y, por otra parte, la actitud del Gobierno vasco sigue marcada por la inacción. Las cifras del paro, la inflación y el consumo pasarán a la historia, pero este último Primero de Mayo, otrora escenario de las reivindicaciones de los trabajadores, pasará sin pena ni gloria.