Asignaturas pendientes
Siempre se ha dicho que la izquierda abertzale histórica, en cualquiera de sus representaciones, no ha necesitado ninguna inversión en campañas publicitarias porque los demás se ocuparon de hacérselas. Aunque esperada, la irrupción de Sortu ha provocado tal conmoción mediática que, durante toda esta semana, la nueva marca ha sido portada en la práctica totalidad de los rotativos y audiovisuales. Y esto no ha hecho más que empezar. Pasado ese momento intenso, hecho ya público el nuevo partido, proclamados sus compromisos con el ejercicio de la pura política, y explicitado su rechazo a ETA, ahora le espera el tortuoso recorrido hacia la legalización. Pero, como esa condición no está en sus manos sino en la voluntad política de los poderes del Estado, a los dirigentes de Sortu les toca ponerse a caminar para convertir en partido político lo que hasta hace unos días y durante treinta años ha sido un difuso movimiento asambleario con una amplia y a veces determinante incidencia en la vida social de Euskal Herria.
Comienza para Sortu la incierta andadura de homologarse, de crear un engranaje estatutario que normalice su funcionamiento en base a unos estatutos, unas estructuras y una afiliación. No será fácil encerrar en este corsé de partido al uso a una militancia amplia pero nunca cuantificada, desbordante de generosidad y dinamismo pero autónoma, ciertamente disciplinada pero con frecuencia incontrolada.
Los dirigentes de Sortu van a tener que afrontar, también, la complicada asignatura de actuar en todos los frentes de la política, desde los institucionales hasta los vecinales, en igualdad de condiciones que el resto de los partidos. Quiere esto decir que lo van a tener que hacer desde la absoluta y para ellos inédita orfandad, o quizá mejor, desde una nueva soledad. Como los demás.
Esto, que parece obvio, no lo es tanto para una opción política que durante décadas ha asumido el papel de retaguardia, condicionada su relación con el resto de los partidos e incluso con el resto de la sociedad al terror de la intervención, de que la vanguardia pudiera actuar de manera conjunta. Es evidente que a la sociedad vasca, por su parte, no le va a ser fácil asumir de primeras que el actuar de Sortu ya no va combinado con el siniestro apoyo de quienes hasta ahora han sido sus valedores. Por supuesto, para su mal, porque esa funesta dependencia acabó por reducirles al aislamiento primero y a la ilegalidad después.
Es precisamente la liberación de esas cadenas la que, paradójicamente, ha podido suponer un escollo interno que los dirigentes de Sortu van a verse obligados a esquivar. No cabe duda de que los compromisos expresados en el Euskalduna por Rufi Etxeberria e Iñigo Iruin fueron bastante más lejos de lo que en algunos sectores de la ilegalizada Batasuna se pudiera esperar. "Nos hemos pasado en la bajada de pantalones", comentaba a la salida del acto un veterano militante. Era inevitable la resistencia de algunos irreductibles y, al parecer, los nuevos responsables la tienen suficientemente controlada. Pero puede haber problemas en el caso de que no se logre la legalización o de que el proceso para lograrla se demore demasiado.
Quizá la asignatura más complicada sea la reeducación de la militancia, la reconducción de esas bases hiperactivas que durante tres décadas y dos generaciones han prodigado su manera peculiar de actuación política campando por encima de toda norma y ciscándose en cualquier ordenamiento jurídico.
Precisamente esa peculiaridad ha llevado a sus militantes y simpatizantes a encerrarse en su endogamia, a delimitar sus propios y casi exclusivos espacios. No va a ser fácil que las bases de Sortu interioricen que ETA ya no está detrás, que ya no hay un lado oscuro con el que amedrentar. A sus dirigentes les espera también la complicada asignatura de borrar entre los suyos la cultura de la violencia que durante tantos años ha asolado las calles vascas. Van a tener que decir adiós al cóctel molotov, a la diana amenazadora, a la coacción, al amedrentamiento, al me quedo con tu cara, al destrozo del mobiliario urbano y a la apropiación del espacio.
A nadie se le oculta que estas asignaturas pendientes, y no solo las que afectan a su orden interno, van a ser complicadas. Cumplidos de sobra los requisitos para su legalización, que la falta de voluntad política y los intereses electorales van a procurar impedir, los de Sortu serán los que son. Ni más, ni menos.