Podemos quedarnos sin nada en la vida, incluso sin sueños, y aún así conservar la dignidad: esta es, por definición, la derrota humana. O podemos perderlo todo, dinero y honor, y simular el triunfo: este es el espíritu cínico de la televisión. El balance de 2010 es un colosal desastre, con atroces resultados económicos y de audiencias y peores registros en prestigio, calidad y ética. Nunca como ahora hubo una televisión más rendida a los poderes y menos comprometida con la sociedad. Es verdad que Zapatero ha contribuido a este fiasco con el regalo de los 550 millones de la publicidad de TVE a las cadenas privadas para que éstas le favorezcan en información y opinión. Y también con la Ley Audiovisual, que desdibuja la función equilibradora de la televisión pública. Pero es que los espectadores no han dado señales de rebeldía frente al modelo zafio de ocio audiovisual, en el que malgastan más de cuatro horas diarias per cápita.
En Euskadi la experiencia ha sido devastadora. Durante este año ETB ha continuado desangrándose con la pérdida de un tercio de la audiencia de ETB2 y un 40% de ETB1, además de desplomarse en credibilidad y cercanía. Ninguna otra emisora autonómica ha caído tan bajo. Y frente a esta realidad incontestable, su equipo directivo y el Gobierno del cambio se han aferrado -como el PP en el 11M- a la teoría de la conspiración, evitando el reconocimiento de su incompetencia y las consecuentes dimisiones. Este fracaso alimentará, con la crisis económica como pretexto, uno de los debates demagógicos de 2011: la privatización de las cadenas regionales, que Rajoy impulsará beneficiado por el derrumbe socialista en todo el Estado.
Sí, ha aumentado el número de canales al alcance de nuestro mando: La 10, 13TV y varios deportivos y juveniles. También tenemos televisión 3D y todo es tecnología digital cuántica. ¿Para qué? ¿Para que encender la tele sea como tirar de la cadena? ¿Para mermar el pluralismo? ¿Para que caiga en manos de bufones como Berlusconi, Belén Esteban y Urrosolo? Para morirse.