Podría ser una película de indios, pero se trata de una campaña de publicidad de Adidas protagonizada por unos futbolistas que se arrancan la piel a tiras para mostrar su roja dermis interior, la nueva camiseta de la selección campeona del mundo. Entre estos pieles rojas se encuentran Xabi Alonso y Fernando Llorente que, más por guapos que por vascos, han sido elegidos por la marca multinacional para que estas navidades la renovada elástica del equipo estatal se venda en España como rosquillas a no menos de setenta euros la unidad. "Nace de dentro", dice el eslogan final, acreditando la unidad de destino entre prenda y patria, como toda bandera. Mucho antes ya lo cantaban los fachas: "Cara al sol con la camisa nueva que tú bordaste en rojo ayer". Se ve que a los españoles les gusta tanto cambiar de piel como de chaqueta.

Los publicitarios tenemos como norma no escrita evitar la crítica pública de los anuncios de los colegas, una práctica corporativista que nos garantiza cierta paz en medio de una feroz competencia. Voy a saltarme tan hipócrita regla para decir que la retórica del arrancamiento de la piel es previsible y pretenciosa y que, lejos de provocar pasiones, es una torpe evocación de los extraterrestres de la mítica serie de la década de los 80, V, que descubrían su verdadera naturaleza de reptiles al quitarse la cobertura epidérmica humana que les recubría. ¡Qué ridículo sainete de látex y sudor de escaparate!

Es lógico que los deportistas aprovechen la oportunidad de las campañas. Los ingresos por publicidad están vinculados a sus contratos y multiplican sus beneficios; pero la sobreexposición publicitaria deteriora su imagen personal y los transforma en títeres. ¿Y quién recuerda los productos que comunican Nadal, Villa, Messi o Gasol? Sus figuras terminan por fagocitar lo anunciado. Por eso, han hecho bien Iker Casillas y Sara Carbonero en rechazar una oferta millonaria de Telecinco para conducir las campanadas de Año Nuevo. El riesgo es cruzar la frontera entre ser famoso y hacer el indio.