Recorre los medios de comunicación una especie de calambre exaltado, histérico casi, ante lo que creen que está a punto de ocurrir. Como no podía ser menos, esta corriente histérico-mediática se ha trasladado a los aparatos de comunicación de las fuerzas políticas, cuyos portavoces van fluctuando en la firmeza o frivolidad de sus declaraciones en la misma medida que los medios añadan, resten, confirmen o desmientan las filtraciones y rumores sobre el estado actual del proceso que la inmensa mayoría, tanto mediática como política, reduce casi exclusivamente al final de ETA, añadiendo que para unos consiste en su disolución y para otros en su derrota.
Así está el patio, de sobresalto en sobresalto, de exclusiva en exclusiva, allá cada uno con sus fuentes, anunciando la buena nueva casi a fecha fija, en una escalada informativa que denota un manifiesto estado de nervios. Ante lo que se intuye como momento clave, es curiosa la loca carrera mediática por no quedarse atrás y superar a la competencia en el dato supuestamente nuevo, en la especulación, en la reiteración o actualización de asuntos ya publicados. Todo, antes de dar la impresión de que el medio no se entera de nada, o se entera tarde.
Cuando la coincidencia de lo publicado en medios de comunicación muy diversos ha certificado que era cierto que algo se estaba moviendo en el mundo de la ilegalizada Batasuna, cuando, afinando más, se ha evidenciado que la pelota estaba en el tejado de ETA y le toca a la organización armada dar el paso, hasta los más recalcitrantes han reconocido que estamos a punto de un cambio de escenario. Y entonces, ¡ah, entonces!, lo que procede es tomar posiciones. Y las están tomando.
Lo que unos pocos saben, muchos intuyen y casi todos dan por inevitable, es que vivimos un momento que puede desembocar en una fuerte sacudida política, un cambio de tal calibre que podría sacudir los cimientos de ciertas estrategias políticas, de ciertos pactos, de ciertas leyes incluso. Y esta situación ha desatado también el desasosiego de quienes más cómodos se sienten en el actual status quo, quienes han centrado su tarea en sacudir al muñeco como fórmula para no equivocarse jamás.
La ultraderecha mediática, a decir verdad, ha reaccionado con más presteza que la política. No hay más que leer las portadas de periódicos como El Mundo, La Razón, ABC o La Gaceta para deducir que a la caverna no le interesa en absoluto que ETA anuncie un alto el fuego irreversible. El mismo nerviosismo se puede palpar en editoriales o artículos de opinión publicados en otros diarios aparentemente menos procaces pero no por ello menos beligerantes. Trasládese ese desasosiego a las cadenas de televisión o emisoras de radio dependientes de esas mismas empresas mediáticas, y llegamos a la conclusión de que van a hacer lo posible por poner obstáculos al cambio de escenario. Desde esa caverna mediática está ya abierta una campaña brutal contra todo el que se sitúe -o resitúe- entre quienes se creen que la cosa va en serio y que el fin de la violencia con objetivos políticos puede ser un hecho.
Presa de los nervios, los portavoces del PP, apelando a la tolerancia cero y a la lealtad en la lucha contra el terrorismo, arremeten contra el PSOE en la creencia de que está negociando, o contra la libertad de Arnaldo Otegi, o contra todo lo que se mueva admitiendo algún cambio de estrategia de "ETA-Batasuna". Así, no es extraño que Basagoiti pida la cuarentena para una Batasuna legal -que ya es barbaridad-, o que resurja el incombustible Francisco José Alcaraz convocando manifestaciones de víctimas del terrorismo. La derecha, exaltada e histérica, no va a consentir al Gobierno español y al partido que lo sustenta el más mínimo gesto de aproximación a los nuevos estrategas de la izquierda abertzale ilegalizada, porque son ETA.
Presa de los nervios ante este hostigamiento, el Gobierno, el PSOE y el PSE se sacuden las incriminaciones de la derecha extrema negando, abominando, amenazando, deteniendo y, sin duda, simulando ignorancia. Ellos saben que lo saben, pero hacen como si no lo supieran. Es lo que toca, aguantar el chaparrón a la espera de tiempos mejores y luego, ya veremos, ya se improvisará algo para sacar partido de la situación.
Presa de los nervios, los protagonistas que han liderado este giro trascendental en la estrategia de la izquierda abertzale ilegalizada asisten desalentados a las públicas, rotundas advertencias de que nadie piensa mover un dedo en su favor, mientras ETA demora su respuesta y el tiempo corre en su contra.
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