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Ese partido que tan mal sienta al hincha

Ese partido que tan mal sienta al hinchaFoto: Pablo Viñas

Teniendo en cuenta los antecedentes, lleno de sinsabores y derrota pertinaz, el partido tenía mala pinta e irradiaba peores vibraciones. Y encima el Valencia está que se sale, ha comenzado la Liga como un tiro. Para qué padecer en vano. No merece la pena ni verlo, dijo ella.

Ella es hincha, pero no demasiado. El verdadero hincha intuye lo que puede pasar. Le da vueltas al asunto, pero claudica. Se trata de su equipo del alma y sabe que cada partido puede ser un mundo. Siempre cabe la posibilidad de la sorpresa. Su fe en lo muchachos es irreductible y, al fin y al cabo, ¿no es un hincha? Y a un hincha le mueve la pasión. ¡Diantres! ¿cómo se va a perder el partido?

Comienza el encuentro y el hincha se mueve inquieto en el asiento. De repente, se acuerda del ausente.

"Justa o no la roja que el árbitro le mostró el día del Barça, se nota un huevo la falta de Amorebieta. A ver si aprende pues con lo joven que es y el carrerón que lleva más temprano que tarde entrará en la historia del Athletic como el jugador que más veces ha sido expulsado. ¡Y lo que te rondaré morena! Dejó al Athletic con diez y ahora... Es que los centrales están malditos. Al pobre Ustaritz en cuando le dicen que va a jugar sufre una extraña reacción psicosomática y se lesiona. Sistemáticamente. ¡De brujas, tío! Y.., pero mira San José... de central zurdo, ni se entera, es que está perdido sin Amorebieta y, ¡qué quieres que te diga!, a veces es más lento que el caballo del malo..."

Conforme transcurre el partido, el hincha se va encendiendo. Certifico que sufre. Maldice por lo bajines.

"La banda izquierda es un coladero... Lo siento por Aurtenetxe, el chaval, pero ¡que vuelva a la guardería! ¿Y Gabilondo, por qué no le echa un cable Gabilondo?... ¿Y Caparrós? está ciego, o qué, es que no ve que entra todo pichichi del Valencia por la izquierda..."

En pleno frenesí ofensivo del equipo levantino, con el Athletic desbordado, llega el primer gol. El hincha se tapa la cara con los manos. Traga saliva y exclama:

"¡Madre del amor hermoso...!, por favor, se veía venir, y para colmar el chorreo encima marca Aduriz. Sinceramente, Aitor Ocio mejor que se dedique a la pasarela, porque lo que jugar al fútbol en un equipo del nivel del Athletic... Y todos los demás, ¡eh...!, que aquí no se libra ni Dios, zascandiles, más que zascandiles".

Llegados al descanso, el hincha se ha desfondado. No se lo puede creer. El disgusto le ha quitado el apetito. Sin embargo, el arranque del segundo tiempo reactiva su corazón. El Athletic reacciona. Caparrós cambia la faz del equipo con Susaeta, Muniain y Toquero. El Valencia acusa el alto ritmo impuesto en la primera parte, quizá el desgaste del encuentro que disputó el pasado miércoles frente al Manchester United. Físicamente se derrumba. Está a merced del Athletic. El empate parece cuestión de tiempo. Pero pasan los minutos. El gol no llega. Muniain se cierne amenazante. Toquero porfía. Susatea está espléndido. Mejor que nunca. Gambetea. Se asocia con criterio, y nada. Peor aún, tiene una gran oportunidad de anotar, pero el balón lo estampa contra su compañero Llorente. Javi Martínez cae lesionado. Se le cruzan los cables a Ocio, le atiza un mandoble a Soldado sin venir a cuento, como buscando la expulsión. El árbitro no lo ve, o se hace el sueco. El Athletic agobia a su rival. La ansiedad crece en el hincha por ese gol soñado, evidente, cantado, y que nunca llega.

Y en esto, la fatalidad: en plena vorágine rojiblanca, Vicente, aquel Vicentín que venía de estrella y acabó estrellado víctima de lesiones infinitas, finta y anota un gol espléndido. El segundo del Valencia, y en el 91. El acabose. Y sin embargo el Athletic no claudica. Gabilondo, al suspiro, marca de forma magistral. A buenas horas mangas verdes.

Pero los muchachos porfían, se resisten a morir. Aún tienen otra, pero tampoco, lo cual no hace más que alimentar una cruel paradoja que hunde aún más al hincha.

A saber: el Athletic de la primera parte estaba anímicamente amortizado, pero el Athletic de la segunda le levantó tanto la moral y la esperanza, que la frustración posterior fue descomunal. "Te lo advertí", ponderó ella, tan sensata. Él me miró como buscando respuestas de augur y consuelo cristiano. Le dije:

Bueno... como analista sosegado de la cosa futbolística, el Athletic volvió a incurrir en el mismo error, que es un problema: tarda en meterse en el partido y, cuando lo hace, a veces es demasiado tarde. Debe corregirlo. (¡arggg! Valencia, ¡dita sea! El hincha no captó mi cabreo interior).