NOestoy seguro de que la mayoríade los usuarios de la telesepan lo que es la TDT. Creen quees un nuevo sistema que sólo lesha supuesto un gasto en renovaciónde antenas, la compra de unreceptor específico o el cambio detelevisor. Por ahora no percibenlas ventajas, más allá del númerode emisoras. Estamos en un períodode redescubrimiento de la televisión.

La consecuencia inmediataes la fragmentación de lasaudiencias, con descensos para lascadenas generalistas e incrementospara las temáticas, y la locurapara los planificadores de publicidad.En este viaje por lo nuevo losespectadores curiosos se habrántopado con emisoras muy sectarias.

No creo que sean tantas, nitan peligrosas. La reciente publicaciónen El País de un provocativoreportaje sobre un supuestodominio de la TDT por parte degrupos ultras, sugiriendo inclusola retirada de sus licencias, ha soliviantadoal sector audiovisual y hapuesto de manifiesto ante la sociedadlos riesgos del pluralismo.

Es verdad que existen esos canalespolíticamente intolerantes;pero eso es el pluralismo: la aceptaciónde que en el coro de la sociedadhay voces estridentes. Ahíestán Intereconomía TV (con suterrible programa El gato al agua)y Veo7, la cadena de El Mundo, quecompite con la anterior en intransigencia.

Lo cierto es que estasemisoras sólo tienen un poco deaudiencia en la franja nocturna yel resto de la programación es unrelleno de viejas series y teletienda.Son un fraude como proyectosintegrales de televisión e insolventesen gestión y cuenta de resultados.No dan miedo: dan pena.

La crisis económica ha frenadoun movimiento que, cuando lascosas vayan mejor, será imparableen la TDT. Y es la multiplicación decanales temáticos sectoriales: losgays tendrán su canal rosa y lostaurinos, los cazadores, algunassectas, los chinos y los colectivosunidos por intereses y sentimientos,pero a la defensiva, abrirántambién su propia ventana en latele. ¿No queríamos variedad?Pues esto sólo es el principio.