Pipiolo de mí, a estas alturas de la vida pensaba que vivíamos en una sociedad donde rige el mercado libre gracias a la oferta y la demanda. Compruebo con desazón, aliñada con decepción, que la clase política, la casta endogámica por antonomasia, ha propinado una patada a los cimientos de la democracia, erosionándolos; la libertad junto con la propiedad privada forman un binomio del que si se secuestra uno de dichos eslabones, la democracia sufre una estocada mortal. Topar los alquileres es una cacicada por parte de quienes, conscientes de su inepcia, cargan contra ciudadanos de a pie quienes gracias a un trabajo ímprobo y privaciones adquirieron uno o dos pisos que a día de hoy sirven para complementar sus pensiones, muchas de viudedad. ¿Cuándo van a poner tope a sus escandalosos sueldos y prebendas el clan de los políticos?: para más inri, los hay que viven o han vivido en una casa oficial. Los políticos practican a las mil maravillas aquello de vestir un santo desvistiendo a otro y se quedan tan ufanos sumidos en sus ensoñaciones creyéndose estadistas de postín. Están destruyendo el mercado del alquiler porque los propietarios deciden vender sus propiedades y vivir sin sobresaltos gracias a unas leyes perniciosas e intervencionistas que los dejan inermes a los pies de los caballos. DEP el mercado del alquiler gracias a quienes lo han manoseado con descaro.