En la valla de obras en los juzgados de Bilbao unos dibujos anuncian, ¡en euskara!, la am-pliación de los locales para que los vascos se sientan cómodos, con más intimidad y rapidez en sus asuntos judiciales. Si no conociéramos cómo funciona la justicia en Euskadi sería de agradecer. Cuando vemos al juez Peinado buscando protagonismo, tras Begoña Gómez. Al juez Marlaska, denunciado en tribunales europeos por no investigar la tortura de presos vascos. A Marchena, el presidente del Procés catalán que protagonizó la aplicación del artº 155 y encarceló a políticos catalanes. A Llarena, al acecho tras Puigdemont que se le escapó, para traerlo a España a pesar de las irregularidades que ha incurrido y que en Europa ese juicio se considera ejemplo de lowfare. El CGPJ ha estado amotinado cinco años frente al gobierno, incitando a los otros poderes del Estado a provocar al ejecutivo. Los tribunales de la UE tienen acreditadas 4000 denuncias de presos vascos torturados en las comisarías españolas y nadie es responsable. El juez Castellón ha dado el espectáculo hasta que se ha logrado jubilarle. Resaltar la ironía de la publicidad en las obras del juzgado en euskara, cuando la obsesión de los jueces ha sido impugnar cualquier norma que contribuya a su difusión; ahora tratan de maquillar su imagen con publicidad en el idioma que persiguen con obsesión.
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