Hay personas que creen en Dios (en todas sus variantes) y casi nadie las pone en cuestión, ni las pone a prueba para comprobar su grado de religiosidad. Se ha normalizado esta creencia y se respeta sin mayor problema, incluso con indiferencia. También hay hombres y mujeres convencidos de que “el amo es bueno” como decía Gollum en El Señor de los Anillos, y ahí están sin ser evaluados tampoco. Y es lo mismo que les pasa a los y las que en política creen en la derecha o en la extrema derecha.
Sin embargo, hacerse creyente de izquierdas por tener la confianza de que un mundo más justo es posible, o por ejemplo tener fe en el reciclaje, es estar constantemente cuestionado y siendo evaluado para comprobar el nivel de comportamiento o coherencia progresista que se tiene, con el objeto de dejar en evidencia y desprestigiar a los y las que se atreven hacer pública su salida del corralito conservador y tradicionalista.