En Nochevieja una presentadora de televisión intentó epatar a la audiencia con un vestido adornado con cristales elaborados a partir de su leche materna. De la mano de una célebre oenegé, dedicó su peculiar performance a la protección de la infancia. Supongo que se referiría a niños como Sila, la bebé de tres semanas que murió congelada en un campo de refugiados de Gaza. Sucedió durante la noche de Navidad. El frío en la tienda donde dormía era insoportable, protestó llorando y su padre intentó ayudarla abrazándola, pero fue en vano. Ya son varios los críos palestinos que han muerto por hipotermia. El frío, el hambre y la falta de atención médica están matando igual que las balas y las bombas. Y mientras las oenegés recaudan dinero a través de incitativas rocambolescas, Israel sigue actuando en la región con una impunidad indignante.