He titulado así esta carta porque me faltarían palabras para denominar todas las violencias a las que seguimos sometidas las mujeres. Día a día por muchos que pasen y pese a los avances conseguidos por nuestra dignidad e igualdad (leyes que supuestamente nos protegen o declaraciones de poco recorrido), no dejamos de constatar que seguimos siendo una sociedad del patriarcado (profundamente rancio y clasista) en multitud de ocasiones, no solamente ya por parte de ese clásico varón blanco que se cree superior, condescendiente y machista, acompañado convenientemente por esas mujeres que nos llaman al resto feminazis o locas radicales. Asistimos en estos días con preocupación y hastío a juicios y escándalos poco ejemplares, donde se juzgan a más que unos presuntos violadores, con un principal instigador o urdidor, para más escarnio, el ejemplar marido de la víctima. Observamos también que políticos irreprochables hasta hace nada, tenían un cuestionable historial presuntamente de acosadores que violentaban de aquella manera la dignidad de quién sabe cuántas mujeres. Por cierto, digo políticos porque tengo pocas dudas que en próximas entregas saldrán más irreprochables. Como decía en un principio, me siguen faltando palabras, por lo tanto hay que pasar a los hechos. No nos callemos, denunciemos sin miedo todo lo que nos degrada como mujeres. Ya no valen las medias tintas, tampoco nos valen aquellas condenas, rasgándose vestiduras, por no hablar de los que nos niegan directamente. Faltan pocas semanas para que volvamos a tomar las calles y seguir alzando nuestras voces.
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