Visito a un amigo en una clínica privada, pues ha tenido un accidente. Me pregunta por el mío que me causé en el monte. “Todavía no me han llamado, porque hay mucha demora”, le digo. Responde: “Esto sucede porque los que os habéis dado de baja del Igualatorio sois los culpables, pues al pasar a la pública la colapsáis”. Me censuraba, pues la deberíamos dejar libre para beneficio de la ciudadanía que carece de medios para pagar la privada. Además de soportar el simplismo de los defensores de la privada acusándonos a los partidarios de la pública de sacar provecho de los recursos públicos que deben favorecer a las clases de baja renta y las de altas vayan a la privada para liberar a la pública. El reproche continuo a los que se oponen a que la sanidad privada sea subvencionada en beneficio de los sanitarios que compaginan su actividad profesional pública con la privada, pero a costa de reducir personal y fondos que se dedican a la sanidad pública. que es la mayoritaria de la ciudadanía que no acude a la privada por motivos tan prosaicos como que no hay especialistas porque están en sus consultas privadas o que al acabar su formación a cargo de la enseñanza pública marchan al extranjero donde tienen aseguradas plazas bien remuneradas y los organismos oficiales , los colegios de médicos y las universidades alardean porque el sistema sanitario de los países desarrollados reconocen el prestigio de nuestros sanitarios, pero a costa de precarizar la atención de la española. Realmente está bien valorada, pero solo para quienes tienen medios para pagar la privada, porque está subvencionada a costa de la pública que va acumulando un déficit creciente porque es presionada por la patronal médica. Además el deterioro de la sanidad pública es estructural, pues en los países desarrollados el fenómeno privatizador es implacable y lleva consigo la degradación de un servicio público digno que gran parte de profesionales de la medicina defienden con sacrificio y vocación.
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