El fútbol acepta actitudes que son inaceptables e inimaginables en otros deportes. No imagino una competición de atletismo, voleibol, pelota, basket, boccia , rugby, balonmano, tenis, gimnasia, artes marciales..., donde parte del público cante “hijos de puta” o “cagón/cabrón saluda al campeón” al deportista que no es de su equipo.

Si normalizamos insultos racistas como “mono”, xenófobos como “Parrales”, o si reímos la gracia al que manda a otro “a vivir a la selva”, el fútbol ya habrá cruzado la línea roja y se convertirá en un deporte insoportable.

Habría que trabajar en un plan global, serio, de educación, de convivencia y de lucha para que practicar deporte sea un derecho de todas y todos, independientemente del color de piel, del sexo, religión, cultura o diferente capacidad de los y las deportistas.

Algo por lo que tantas personas luchan, de forma altruista, dedicando su tiempo y esfuerzo a esta sociedad para que sea mejor y más justa.