En los pueblos y en las casas se instala el odio por diversas razones o sinrazones: la envidia, el señorío falso, el ser dueño, la justicia falsa, los trucos legales y un sinfín de razones falsas basadas normalmente en malentendidos interesados. Los viejos viven de eso. Y los jóvenes heredan las miserias, las hacen suyas y el conflicto generacional está servido. Los errores se pagan caros muy caros. La cuestión está en si el pago tiene que ser de tal dimensión que rompa todo, la convivencia, el aprecio, el respeto. Incluso el posible amor. ¿Dónde está la solución? El camino a seguir, el odio, la separación? El dolor ya no se puede evitar, pero hay que encontrar la solución para seguir adelante, porque hay que seguir viviendo juntos, máxime cuando el error ha sido y es involuntario, sin querer. Otra cosa es si ha sido intencionado, consciente de las circunstancias, como cerrar la chimenea y no poder calentar la casa con leña en pleno invierno, máxime con el precio que está la energía: el gas y la luz. A eso se le llama delito. Hasta mañana; si la burra pare, tendremos borrica y madre para seguir jodiendo a los vecinos.