“Pasaban el tiempo discutiendo por flecos inapreciables, en una batalla de egos para enarbolar en su ideario la excelencia máxima sin matices, y no calcularon el aluvión de regresión de derechos sociales, discriminaciones y abusos de poder que la extrema derecha les iba a imponer, hasta el punto de que incluso después de haber quedado destrozadas sus representaciones, con el breve aliento que les quedaba se les oía susurrar no la sorpresa ni el error que resultó el no haber unido fuerzas, sino quién era menos conservador”. A pesar de que esta historia de ficción (que puede acabar estando basada en hechos reales) es tan cansina, lamentable y desalentadora, ningún voto progresista y orgulloso se tiene que dejar de cuantificar y menos aquellos que siempre han estado en la vanguardia de la justicia social, sin necesidad de ser atraídos con ningún señuelo identitario.