Juan María Uriarte ha sido un obispo que ha escrito muchas páginas en la vida, pero dejando huella de servidor, animador, maestro, cercano y defensor de la justicia evangélica. Un hombre que nos ha enseñado con su vida y su palabra. Su recorrido histórico ha estado marcado por el mensaje liberador, humanizador y sanador de Jesús de Nazaret. Sus estudios de Teología y de Psicología hicieron un ser experto en establecer puentes humanos, sociales, pastorales y eclesiales. Marcó una eclesiología más horizontal, más abierta a los tiempos y más realista. La actitud de escucha y de diálogo ha sido fundamental en su labor episcopal en Bilbao, Zamora y Donostia. Su talante y sus escritos rezuman el frescor del Vaticano II en una iglesia más comunitaria y más evangelizadora, cercana y dialogante con la mujer y el hombre de hoy. Testigo e impulsor cualificado en la reconciliación y pacificación en nuestro Pueblo vasco. Así era él, comprensivo, siempre preocupado por los problemas que vive la gente y animador de la espiritualidad sacerdotal. Siempre amable y animado en el camino hacia delante. Juan Mari, aunque te di un gran susto con mi secularización sacerdotal, descansa y siente la paz y el amor de Dios.