Ahora que se habla tanto de reciclar la ropa y darle un nuevo uso me viene a la memoria los disfraces de Carnaval que hacíamos antes precisamente con ropa vieja, de nuestros padres o con lo que pilláramos a mano. Ahora son muy bonitos, pero se compran todos confeccionados hasta la última puntada y lógicamente no tienen la misma gracia ni, por supuesto, el mismo valor.