“Y de repente, los muros de Jericó (libertad, libre albedrío y lengua) se derrumbaron con el sonido virulento de trompetas de los amigos de la involución. Con sus discursos rancios, estólidos y falaces, destruyeron las libertades sociales conseguidas por hombres, mujeres, jóvenes y ancianos…” Josué 6-10. Está escrito… ¡Que no, hombre, no! Es trola. No van a destruir nada. No pudieron ni a la de una ni a la de dos. El 29 de septiembre concluyó el sueño del orensano impaciente de presidir un Gobierno al que solo le vio la puntita del rabo. Y siguiendo la máxima: “El apoyo y el aliento se encuentran en los lugares más improbables”, lo intentó hasta el final, y casi lo consigue merced a torpezas de parlamentarios que no distinguen un sí de un no. Sánchez tampoco lo tiene fácil... Los últimos movimientos de los partidos independentistas, Junts y ERC, revuelven las aguas y así no hay manera de faenar. ¿En serio no han considerado ni advertido la oscuridad y tormenta que se les viene encima obstaculizando puentes y atrancando puertas? No lo creo. Tiene que haber alguien que reflexione y llegue al desenlace de que la extrema imposición no es la mejor idea, sino el peor cliente. Y entretanto, un concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid, le dio unas palmadas-galletas en la cara al mismísimo alcalde; bajito y largo de lengua, pero alcalde. Mal, eso no se hace. Y entretanto, una miembro negacionista-ofensiva de Vox, producto del intercambio de cromos con el PP, rehúsa en un acto dar la mano a la ministra de igualdad, Irene Montero. Y entretanto, el diputado socialista Óscar Puente es insultado y zarandeado por un pendenciero en el Ave al grito de “vete a chupársela a Puigdemont”. Deplorable, inadmisible, cavernario. Continuará…