Cuando al poder absoluto no se le controla, sino que se magnifica, bien por temor o por incompetencia de sus mandos, se puede caer en un espacio críptico y ocultarse tras las ordenanzas militares solo aptas para la tropa. La Ertzaintza es un colectivo que utiliza mucho la fuerza bruta y poco la mente que trasforma sus actuaciones ante la población en problema. Recientemente una manifestación de 4.000 agentes autodenominados Ertzainas en Lucha que declaran que sus sindicatos no les representan, acosan al titubeante consejero Erkoreka y amenazan a los sindicatos para que se adhieran a su indisciplina si no quieren verse marginados. Chantajean con bloquear el Tour que se inicia en Bilbao. Un juez de Gasteiz abre causa por la inoperancia de la Ertzaintza que ha provocado el asesinato de una madre embarazada, culpando la población a la Ertzaintza. El límite de la irresponsabilidad de los mandos ocurre ante el Parlamento Vasco con el show de ese colectivo descontrolado, atronando con pitos frente a la fachada custodiada por una dotación de agentes en servicio que se abstuvieron de actuar ante la impasibilidad de los mandos. Los rebeldes okuparon la vía del tranvía paralizando su tránsito durante dos horas. Incluso algunos se les acercaron manifestándoles su simpatía. El Gobierno vasco tendrá que actuar, pues Madrid intervendrá ante la amenaza de paralizar el Tour. Sería lógico que el Gobierno francés demande explicaciones para conocer cómo se va desarrollando la preparación del evento que afecta su prestigio y provoque un incidente internacional. Y que Sánchez mande a la Guardia Civil, experta en asuntos de violencia. No será gratis, pues el apoyo de las FSE a la Ertzaintza quizá sea convertida en policía de barrio y sus mandos destituidos por inútiles.