“Mi corazón me dice que las personas son buenas. Mi experiencia, lo contrario…”. La indecencia no tiene color, credo, sexo ni lugar. Allí donde hay hueso muerde el perro. Las grandes superficies con extensos aparcamientos donde gente entra y sale, son terreno abonado…

Miércoles 22 febrero, Carrefour Sestao, una y media de la tarde. Salgo con mi carro de compra. Se aproximan dos hombres negros con un folio en una tablilla. Encabezando el folio, “Para el hambre de los niños de África”. Estaba dividido en cuadrículas y debía escribir mi nombre, firma y cantidad que donaba. Se podían leer otros nombres. Casi todos habían donado 20€ y dos 10. El que parecía cabecilla me insistía en que lo normal era donar 20€, porque el hambre era mucha -supongo que las cantidades y demás datos lo habían escrito ellos como “gancho”. Solo llevaba suelto un billete de 5€, hizo una mueca de desaprobación y le gritó al “socio”, ¡el señor da 5 euros…!

De pronto aparece un vigilante del hipermercado (después supe que no era la primera vez) recriminando lo que estaban haciendo. Echaron a correr y se metieron en un coche en el que les esperaba al volante otro “predicador”, también de color, escapando a todo gas…

Flaco favor a una causa tan seria y a quienes, de manera altruista, sí contribuyen con sus aportaciones vía ONG, etcétera. Y ya metidos en faena, alerta sobre un sujeto de semblante pálido, barba desaliñada, aspecto turbio, joven y que se pasa el día mirando el interior de los vehículos a través de los cristales, y no creo que sea para peinarse. Se dedica a pedir dinero “Pa´comer”.

Mi agradecimiento al eficiente equipo de vigilancia. Un paseíto disuasorio de Ertzaintza o Policía Local con mayor frecuencia, sería de agradecer…