En el pasado siglo XX, allá por el año 1929, una crisis mundial, hasta entonces desconocida, provocó la quiebra de Wall Street, llevándose por delante a banqueros y millonarios arruinados, que se tiraban de cabeza por sus despachos (la historia quizás se olvidó después de las inmensas colas del hambre y familias arruinadas). Una crisis de la que costaría recuperase. Seguro que de aquella crisis tomaron buena nota, pobres arruinados (los banqueros, vaya) para que no les volviese a suceder lo mismo. En una película del año 1987, Wall Street, se nos presenta un mundo de avaricia y un personaje siniestro, igualmente engominado: Gordon Gekko, un tipo sin muchos escrúpulos que nos asegura que la codicia es buena, necesaria y funciona. Hace nada, nos hemos enterado de que después de una crisis sanitaria mundial -que nos dejó patas arriba- ha llegado una guerra, la de Ucrania, que provoca otra crisis también sin precedentes. Las grandes entidades financieras de este país han tenido unos beneficios milmillonarios (los banqueros españoles son los mejor pagados de Europa). Dicen que esto se llama crear riqueza; la suya claro. Mientras, el Banco Central Europeo sigue en su escalada de tipos de interés (contener la inflación, lo llaman), su presidenta aseguró que la longevidad era un riesgo para la economía mundial. Muérase usted pronto, vino a decir. Pobres de nosotros. Vayamos haciendo algún que otro apaño, sin buena codicia claro.