La tarde, sobre todo en invierno, cuando la luz del sol desaparece, es horizontal. La luz de las farolas lo convierte todo en horizontal, incluidas las sombras de los árboles, las iglesias, el cristal de sus relojes, el sonido de las campanas y las sombras de las gentes que caminan deprisa por el viento, que también es horizontal. Lo único que es vertical es la Luna, la luz de la Luna, que crea ese humor de belleza nostálgica, aunque sea algunos momentos oblicua, como los deseos. Los sintecho se animan con litronas y tabaco para hacer tiempo a tumbarse a dormir donde pueden. La tarde, oyendo sus risas broncas y carcajadas estriadas, se hace más horizontal que la guadaña curva cortando yerba fresca. El viento racheado lo hace más horizontal, a pesar del olor a castañas asadas, de la música neutra de fondo, del aceite hirviendo de la churrería y de las patatas fritas. La tarde es corva e invita a la soledad, porque visto lo visto, el invierno es lo menos malo al atardecer de este invierno.
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