Esto no va de mujeres que se dan la mano como en la canción. Muy al contrario, va de mujeres que se ponen la zancadilla, que se maltratan. De mujeres que dirigen residencias de personas mayores, servicios de asistencia a domicilio o que son responsables de Recursos Humanos en sectores feminizados, por poner algunos ejemplos de precariedad. El gran logro del machismo es ver cómo la víctima se convierte en agresora manteniendo la pervivencia del sistema, como las guardianas en los campos de concentración. Mujeres imbuidas de machismo que machacan a otras mujeres y que convierten el maltrato en hábito. Sí, también las monjas. La paradoja del sistema es que todo esto se hace en el ámbito laboral destinado a los cuidados y que golpea sobre las pieles más vulnerables. Queda mucho por hacer para contrarrestar el veneno inoculado en la sociedad. Esto sí es una pandemia mundial asentada durante veintiún siglos, con millones de víctimas. Lo bueno es que existe vacuna, se llama solidaridad empática, o sea, feminismo. Lo malo es que hay cuerpos legislativos, ejecutivos y judiciales que todavía oponen resistencia.