Feijóo confiaba en que Sánchez no aceptaría el reto para debatir sobre las energías, pero le cogió con los pantalones bajados y en lugar de energía fue una sesión de descalificaciones mutuas, abonado con el jolgorio de sus respectivas peñas entre protestas. Un espectáculo grotesco. Nada sobre inflación ni crisis: no interesaba porque ambos beben de la misma fuente. Es increíble que el presidente y el jefe de la oposición lleguen a tan bajo nivel sin sonrojarse. Feijóo mostró un perfil muy limitado para polemizar y nivel cultural, pues sus argumentos se los debió preparar algún amanuense y no los entendía, pues se pasó el tiempo repasando las notas, sonriendo y cambiando impresiones con el portavoz Javier Maroto. Sí se pudieron escuchar algunas perlas, pues Sánchez en varias ocasiones tuvo que pedirle atención. Reprochó a Feijóo la falta de colaboración del PP con el Gobierno, pues el PSOE asumió apoyar al PP para declarar la suspensión del 155 para anular la autonomía de Catalunya por el 1-O. Ahora es paradójico tener que ver a Sánchez mendigar a los nacionalistas catalanes sus votos en el Congreso para mantenerse en el poder. Los diálogos eran simplemente insultos mutuos sobre si eran mentiras sus afirmaciones por mala fe o por ignorancia. Fue patético ver a dos políticos insignes como verduleras en el mercado. Hay que reconocer que se recoge lo que se siembra y España sigue siendo el reino de la chabacanería con pretensiones democráticas. Es lo que tiene salir de una dictadura por la puerta falsa de la Transición mostrando continuamente tics de la dictadura. Necesita todavía una vuelta por la democracia. Ha sido un folletín con un argumento muy pobre.