Ante las primeras bombas nucleares, Einstein predijo que, a ese ritmo, no sabía con qué armas sería la siguiente guerra, pero que la cuarta sería a pedradas. Parecía que, con el gracioso de Putin, ya no habría esa cuarta guerra, porque el progreso en armas nucleares extinguiría, de golpe o por sus consecuencias atmosféricas, a nuestra especie. Sin embargo, ahora nuestros sabios han conseguido desviar con una pedrada, de tamaño de un automóvil, un aerolito parecido al que acabó, si no con toda vida terrestre, sí con los bichos entonces dominantes, los dinosaurios. ¿Servirá esta pedrada, también con honda, como la de David, para animarnos a acabar con el monstruoso bicho Goliat que es hoy Putin?