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Cartas al director

Celibato

Celibato

Asisto perplejo a este escándalo monstruoso que nos ha ofrecido una pequeña parte del clero secular y regular de una Iglesia católica que sospecho que también tiene su parte de culpa en lo sucedido. Dios creó esa maravilla que es el ser humano, hombre y mujer, con una fuerte y placentera atracción mutua que garantiza la continuidad de la especie. El instinto y el deseo de ese placer es fuerte y también es obra de Dios. Pero la Iglesia ha llamado pecado al uso de este placer si no tenía la procreación como fin y también otros disfrutes que, sin duda, Dios permitió como alivio. Frenar ese instinto supuso muchas veces un esfuerzo casi inhumano para el hombre, que en innumerables ocasiones se dejó llevar por el deseo. Los sacerdotes y monjes no por ello dejaban de ser humanos y sucumbían también a la tentación, creando un clima inquietante en su institución, por lo que la Iglesia trató de buscar una solución a través de algunos concilios. Hasta que un papa, con sus asesores, tuvo la idea de implantar el celibato mediante voto de castidad, en la confianza de que sería algo así como una vacuna para frenar la concupiscencia. Tal vez porque la edad frenó la suya... ¿Y por qué no pensó en el matrimonio como lo han decidido otros? Esto hacía mucho más inhumana y cruel la lucha de los sacerdotes contra esa tentación, con la agravante además de escuchar en confesión a muchas adolescentes, jóvenes y mujeres sus detalladas escaramuzas en ese mundillo del sexo, así como algunas insinuaciones, cual nuevas Evas, mostrando la manzana de la tentación. Y algunos sucumbieron. Lo imperdonable es lo de los cobardes pederastas que, aprovechando su silencio, destrozaron la inocencia y la vida de los niños.