Llegaron por primera vez hace un porrón de años. Anduvieron por aquí y por allá y cuando se aburrieron, pusieron rumbo a otros mundos. El primer satélite que lanzamos llamó su atención y nos pusimos de moda. Al principio, dábamos lo justo para una miniserie, pero con el tiempo, vieron un filón y varias productoras comenzaron a pujar duro por cada documental. Era fácil hacerlos. A veces se descuidaba un poco el contacto y hubo que simular alguna que otra aparición divina, que siempre cuela. Nunca hubo nadie capaz de obtener una prueba veraz de sus continuas visitas. Ni siquiera en tiempos actuales, cuando cada terrícola va armado con su propia cámara pegada a sí todo el día. La primera serie se tituló El show del mono, pero luego, la cosa fue a más. Había desde realities a dramas. No ganaban para palomitas. Entraron en éxtasis con el Apolo XI. Y el rover de Marte. Qué ternura. Lloraban viendo aquel juguetito tomando fotos de rocas y reportando mil datos de un lugar que no importa, mientras se les iba su mundo al carajo. Pero los que realmente cuentan con audiencia son los programas de humor. Se lo pasan pipa con nosotros, sobre todo, con los telediarios. En los descansos se pasan cortes de discursos políticos, o ponen algún capítulo de la Teletienda, para que no decaiga. Desde 2020 están totalmente enganchados con el covid, viéndonos correr como si nos robaran la bicicleta. Ya lo dijo alguien en una ocasión: “Si es verdad que estamos siendo observados, al menos hagamos algo divertido”. Ni con Mr. Bean se habían reído tanto.NOTA DE REDACCIÓN. Las cartas no deben superar los 500 caracteres y deben estar identificadas con nombre y apellidos de su autor, así como la dirección, teléfono y el DNI. DEIA se reserva el derecho a la edición.