Comentaba con un conocido que ha vivido en EE.UU. y muy identificado con el american way of life, con ocasión del traspaso de poderes a Biden, los acontecimientos durante las elecciones en las que Trump acusó al candidato demócrata de falsear datos, denunciándole ante los tribunales que no hallaron ninguna anomalía, por lo que finalmente la Corte Suprema proclamó presidente electo a Biden. Trump continuó incitando a su electorado para que expresara su rechazo a su proclamación y el 6 de enero una masa desbocada y provocativa de sus partidarios ocuparon por la fuerza despachos y salones del complejo del Capitolio, causando al menos cinco muertos y un centenar de policías heridos. Mi comentario a mi amigo fue que que el asunto iba a tener consecuencias. Su reacción fue una sonrisa de superioridad, acusándome de desconocimiento de la fortaleza de la más populosa y afianzada democracia existente en el mundo. La realidad es que existe una comisión de investigación ante la que hay más de 600 imputados entre los que invadieron el Congreso y otros más a los que se acusa de instigadores de actuaciones ilegales, lo que seguramente va a hacer revisar su admiración por la democracia americana a mi ingenuo interlocutor.