Ahora es un epidemia, una crisis, la incertidumbre, el volcán, que faltan chóferes, que no hay chips, que mira Paco lo que cuesta un contenedor y que los de arriba soflaman que a finales de siglo la temperatura solo haya subido grado y medio, mientras los chinos ya preparan el carbón que van a traernos durante muchas navidades. El espectáculo político sonroja hasta a la Puri, que barrea en el tajo y no se le conoce vergüenza. No se recuerda en la radio una noticia amable. Ya, ni el tiempo. Lo más parecido es el santoral cuando toca un nombre entre visigodo y de panciapallá y te alegra el día saber que te podría ir aún peor. Y mientras seguimos sin arreglar lo de aquí, nos vamos a Marte a buscar lo que nos venden en botellas en el súper a cero sesenta. Y cuando lleguemos allí, encontraremos chinos que llegaron hace una pandemia. Y si no, al tiempo. ¿Y qué? Tú, ni caso. El análisis puede llevar -sabía observación- a la parálisis. Sigue adelante y, como decía el senador Graco en Espartaco, guárdate las lágrimas para el camino. Siempre habrá música y mientras la escuchemos, sigamos bailando (de la película Las aventuras de Priscilla, reina del desierto).