Es el mercado, imbécil. Es lo que nos quieren decir esas empresas que se compran y se venden al mejor postor y creen que nadie puede decirles nada de nada porque la responsabilidad se diluye en la bolsa, los accionistas y demás anonimato; y los que estudian las estrategias para hundir a quien haga falta son unos mandados, para eso sí, cobrar buenos sueldazos, conseguir subvenciones y más prebendas del gobierno foral o de quien sea, que pagamos todos. Y además amenazando con hacer desaparecer lo que queda de la empresa si no hacen esos recortes, esas salvajadas de marcharse a otro sitio más barato con mejor puerto y patatín patatán, porque los empresarios son los emprendedores, que son los que crean riqueza y tal y cual. Y una mierda. Ponen a un alemán para que lea la pena que les da el cierre inmediato de la empresa y todo resuelto. ¿Cuántas empresas alemanas tendrían que cerrar hoy y marcharse a otro pueblo más barato? Para que eso no ocurra la señora Merkel les da dinero a espuertas a todas las empresas que haga falta para que no se vayan al garete. Que no, que no cuela, señores alemanes. Hay otra cosa que tiene más valor que las empresas: las familias, los trabajadores, la fuerza de trabajo, las infraestructuras físicas y sociales. Los molinos de viento cambian y pasan. El viento se queda.