En la pandemia económica de 2008, en la Gran Recesión que se originó en Estados Unidos, se tomó la decisión sádica, fría y calculada de rescatar a los bancos antes que a las personas, ya que las clases dominantes, las grandes fortunas, se sentían inmunes a sucumbir al desastre económico. En esta pandemia sanitaria nada clasista que empezó en China hace unos meses hay que exigir rotundamente que no se puede dejar a la gente a su suerte otra vez. No se puede tolerar, se les tiene que rescatar, se les tiene que ayudar por lo menos en la misma cuantía con la que se rescataron a las entidades financieras. Sería muy canalla e inhumano volver a dejar a la gente tirada cuando volvamos a la normalidad. Además, se estaría legitimando rotundamente la autodefensa más que nunca para sobrevivir como fuese, circunstancia peligrosísima que produciría más muertos que el coronavirus. En ambas grandes crisis, se ha repetido el mantra de ya nada será como antes, algo tremendamente grave, si se piensa que eso se ha dicho dos veces consecutivas en apenas 10 años, en los cuales cuando parecía que se estaba acabando con las secuelas de la Tercera Guerra Mundial empieza la siguiente, sin apenas de dar tiempo a recoger los heridos y muertos del campo de batalla.