En enero los luminosos de los centros comerciales al fin nos brindaban sus párpados más risueños. La gran ciudad estaba vestida de gala, toda al 50 por ciento. Nos esperaban kilómetros de escaparates atractivos. En las peatonales, en las grandes vías, empezaban las rebajas y en la mente los ensueños. Por todas las esquinas discurrían ríos de gente y flotando en ellos las innumerables bolsas llevadas por la corriente. Seguía de ruido de fondo ese pálpito infatigable de miles de vehículos. Y una calle le dice a la más cercana: “Yo genero dos millones en dos días. Más que tú en una semana”.