Siempre ha habido personas pobres y por desgracia las seguirá habiendo. Y la mendicidad es el último recurso de las personas pobres para asegurarse un mínimo sustento para sobrevivir. Un recurso tan antiguo como la humanidad, y que sigue existiendo en la actualidad. Pero los tiempos cambian y también la forma de mendigar. Pero la pobreza y la mendicidad no están reñidas con la dignidad y los derechos de la persona. Por eso yo reclamo a las autoridades con competencias en esta materia, que tomen medidas para eliminar de las calles la mendicidad humillante de quienes piden arrodillados o incluso tirados en el suelo y portando carteles donde dicen: Tengo hambre, Estoy enfermo, Tengo hijos que alimentar, y mensajes parecidos. Una sociedad que presume de ser la sociedad del bienestar no se puede permitir tener en sus calles personas mendigando de esta manera, pues existen recursos, públicos y privados, para cubrir y atender esas necesidades, siempre que lo que dicen sea verdad. Si no es así, y están engañando a las personas de buena voluntad, hay que impedir que lo hagan, retirarles de las calles, y decirles: “Que Dios te ampare, hermano”, como se decía antiguamente cuando a un pobre se le negaba, o no se le podía dar, la ayuda que pedía.