Bueno; pues la cosa va de mudanza y sentencia. Uno de los dictadores más fieros de la historia contemporánea abandonará en breve, por la fuerza de la ley y la cordura, el mausoleo donde los nostálgicos de la ignominia, glorifican y alaban su traidora figura. La Iglesia católica, de la que tantas distinciones recibió bajo palio y a la que tantos privilegios legales otorgó -concordato de 1953-, reformado por los Acuerdos en 1979, está confusa; algo falla? El prior del Valle de los Caídos, de solidez democrática manifiestamente mejorable, y al grito de: ¡Santiago y cierra España! cual héroe de cómic de posguerra, batalló hasta el final contra el TS y el sursuncorda. Pero el TS gritó a su vez más fuerte: ¡Santiago y abre España, a la libertad y al progreso! Y el cancerbero fuese y no hubo nada. El buey es lento, pero la tierra es paciente. Y es también el TS quien condena a la cúpula del procés por sedición y malversación, al entender que no hubo violencia suficiente como para cometer delito contra el orden constitucional. Hay pena, eso sí, por un delito contra el orden público. Por consiguiente, la Abogacía del Estado verá una considerable rebaja en sus peticiones. A la espera de acontecimientos, lo deseable y civilizado sería no tener que soportar a herederos de un sátrapa haciendo ostentación pública de su botín. Asimismo, las sentencias en democracia, gusten o no, se acatan. Con la desobediencia institucional, desprecio a la Constitución y algaradas interesadas, violentas y fanáticas, nadie gana, perdemos todos...