Lo primero: todas las personas tenemos derecho a una vida digna, saludable y segura. Dicho esto, y ante la realidad que se da en nuestras ciudades, de que hay personas que tienen que dormir en la calle, querría decir lo siguiente: en muchas de esas ciudades, las instituciones tiene instalaciones donde se puede pasar la noche, sin hacerlo a la intemperie, y sin las mínimas condiciones de dignidad, higiene y seguridad, sobre todo en el caso de las mujeres. Pero no es menos cierto, y lo dicen los trabajadores sociales, que hay personas que no aceptan dormir en estas instalaciones, alegando que no quieren estar bajo la disciplina y las normas de comportamiento que se piden en ellas. E incluso reivindican su derecho a dormir en la calle. Y tal vez tengamos que respetar ese derecho. Pero lo que no se puede permitir a esas personas, es convertir las calles, los espacios públicos, en auténticas “rinconeras”, que mantienen día y noche, donde impera la inmundicia y la falta de higiene. Y repito, para que quede claro, que todas las personas tenemos derecho a una vida digna, saludable y segura. Pero no olvidemos que, las personas, además de derechos, tenemos obligaciones.