Una de estas mañanas tenía cita en Cruces, como habitualmente llamamos al hospital universitario. Tenía que ponerme unos botox, departamento de Rayos, planta baja. Allí me esperaba un señor que se llamaba Julio. Yo iba bastante nervioso, las experiencias que he tenido algunas veces no han sido buenas y temía sufrir (paciente...) y que los resultados fueran nulos. No soy buen enfermo, tampoco malo; procuro cumplir fielmente lo que me dicen que tengo que hacer, pero si me hacen daño chillo, ya que lo considero un aspecto fundamental. Jovialmente, pero chillo. Me recibió o estaba dentro del cubiculum o cuarto (¿quirófano? Soy un poco lego en medicina). el doctor Ignacio Martín. Me habló antes de la intervención con palabras claras y alentadoras: “Ahora te pincho”, “Ahora hago esto”... ¡Qué maravilla! No me dolió prácticamente nada. Un profesional como la copa de un pino, asistido solícitamente por Julio. Quedé contento y me subió la moral ante la próxima operación. Sean bendecidos estos profesionales que nos consideras personas frágiles y vulnerables, pues lo somos. Yo al menos. Eskerrik asko, profesionales y personas humanas: es un honor caer en su manos. Las mejores manos. Zorionak.