Los economistas son los encargados de difundir las malas noticias: las buenas o son fake news o son ministros de Economía en fase de crisis para justificar medidas de caballo que van a exigir sacrificios. Decía un premio Nobel de Economía que para decir la verdad sobre la situación de la economía hay que describir, además de lo que se ve, los colectivos que viven en los límites y especialmente sobre expectativas. Y el ejemplo seria España. La crisis económica en Catalunya por ahora solo se vislumbra, pues han aparecido síntomas, pero habrá que añadir el efecto del probable contagio político en los vascos. Un paro estructural que ni en épocas de auge descienda del 15%. Las pensiones no van a poder pagarse a medio plazo. La juventud tiene que emigrar porque no encuentra trabajo. Los fondos públicos entregados a la banca para rescatarla de la crisis no pueden ser devueltos porque la solvencia y la estructura del sistema financiero es muy endeble, ya que los espectaculares beneficios que publican son producto de imaginativas ingenierías contables de las que son artífices sus consejos de administración con la complicidad del Banco de España y la inagotable manguera de liquidez gratuita que les provee el BCE. Con una deuda externa del 100% del PIB impagable. Es una economía especulativa, con un turismo masivo y caótico que degrada las condiciones laborales y el nivel de vida de los trabajadores en perjuicio de la economía productiva que potencia las exportaciones en base a la precariedad de los salarios para competir con las economías de zonas subdesarrolladas del tercer mundo. Los economistas que informan de estas realidades son los conceptuados malvados.