Resulta imprescindible y necesario de una vez por todas que el Congreso de los Diputados apruebe por consenso suficiente la eutanasia. El testamento vital ya está aprobado y debemos de reconocer que no existe a pesar de ello, una mayoría de la población que haya acudido a suscribir dicho testamento vital. Cuando uno es consciente de lo que le puede deparar el futuro, el testamento vital es la hoja de ruta para que los médicos sepan cuándo deben parar sus tratamientos y garantizar al enfermo su deseo a morir dignamente. Acontece que muchos enfermos terminales dejan en manos de sus allegados, familiares cercanos sus últimos días u horas, esperando que tomen las mejores decisiones para el enfermo. ¿Qué mejor forma que dejar claras nuestras preferencias para esos momentos finales de la vida? No se trata de una decisión egoísta, pensando solo en nosotros mismos, sino también en las personas más allegadas que pueden verse en la dura disyuntiva de tener que elegir por nosotros si no hemos dejado claras nuestras condiciones anteriormente. Debe estar suficientemente clara la ley de autonomía del paciente para que no se den dudas sobre lo que cada paciente quiere y desea para su final en esta vida. Somos en verdad las personas mayores de 65 años los que postulamos por tener la cobertura de una muerte digan y de una eutanasia libre del código civil. Con estas ideas en nuestras mentes decidimos realizar y registrar nuestro testamento vital. Tenemos muy claro cuáles son nuestras preferencias en caso de padecer una enfermedad terminal y la muerte sea inminente y todo ello para que nadie tenga dudas de nuestra postura al respecto.