Proetarra, amigo de pederastas y violadores, miserable, escoria, supremacista... La lista es interminable. El insulto y la calumnia son la demostración palpable de la falta de argumentos de quien los utiliza y, si además van acompañados de las mentiras más descaradas, revelan una total falta de fe en la propia razón. Y, por supuesto, nadie va a pedir disculpas. Ni siquiera el prepotente político que se veía a sí mismo como el gran líder de la derecha y que después de la debacle de su partido, ni va a pedir disculpas por tanto exabrupto, por tanta mentira, ni por supuesto en un gesto más de incoherencia va a hacer lo que él tantas veces ha exigido a sus rivales políticos cuando han perdido elecciones: dimitir. Todos los líderes de los partidos deberían ser conscientes de que el sufrido elector, que aunque les parezca increíble piensa y razona, está harto de tanta basura, de un nivel no bajo, sino absolutamente nulo en cuanto a argumentación y razonamiento. Que no les votamos por buenos, sino por menos malos por puro descarte. En cuanto a los de Don Pelayo y sus manipulaciones históricas y su recurso a las emociones más primitivas y violentas decirles lo mismo: Engañareis un rato a algunos. Luego os mandarán a casa.