Se mintió tanto a sí mismo que se vació las entrañas y los ojos con una cuchara de acero inoxidable. Camina como un esqueleto con antiparras para calaveras. Bajo el brazo lleva un cartapacio que huele a podrido. La calavera succiona los restos como una hiena hambrienta. Un monstruo que vuelve a mandar. Como dicen en su partido después de la comparecencia: estuvo brutal. Lo necesitan. La extrema derecha da la cara. Y cuando el monstruo terminó de divertirse, alguien apagó la luna. Mala gente. Hay que encenderla. Al coronel que ya no tiene quien le escriba, le pregunta su mujer: ¿Y mientras tanto qué comemos? -Mierda -responde el coronel.
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