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Úrsula

Bajo el bonito nombre de Úrsula, santa martirizada según Internet, nada menos que por Atila que se enamoró de ella sin ser correspondido, no solo se cobijan muchas guapas mujeres sino también dos ilustres personajes de la zoología donostiarra, una osa famosa y una hermosa cerda que ha protagonizado este año la feria de Santo Tomás en Donostia. La primera, como recordarán los donostiarras que como Simplicius gozan de juventud avanzada, pobre bebé de fiera capturada el año 1936 en las montañas asturianas por las tropas de otro Atila mucho más fiera que el primero y regalada según parece a la ciudad de Donostia, constituía una de las atracciones del parque de Igeldo. Era angustioso ver a aquel pobre animal dando vueltas y vueltas en un zulo de no más de 6 metros cuadrados, hasta que el Dios de los animales que creo que será el mismo que el nuestro, se compadeciera de ella y se la llevara. La otra Úrsula ha merecido la atención de la prensa, no solo por su incuestionable belleza, sino también por haber sido el sujeto de la pública defensa de su dignidad y de su vida, por parte de doce esforzados animalistas. Simplicius no está seguro de que estos y los otros animalistas que son tan grandes defensores de los animales, que se rasgan las vestiduras por los toros, los caballos y otros animales bonitos, que incluso han elevado a la categoría social de “mascotas” a los perros, gatos, hámsteers, loros y cacatúas, tengan la misma sensibilidad con los animales molestos, con los piojos, las ladillas, las pulgas, las chinches, las ratas, etc., o es que para ellos estos últimos mencionados ¿no tienen los mismos derechos zoológicos que los anteriores? ¿Es que los patos del Perigord productores de los deliciosos foie gras no tienen tantos derechos zoológicos como el Pato Donald?