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¿Dónde va nuestro talento?

La esclavitud de nuestros tiempos, como sabéis, no es tanto política como económica. Los poderosos no necesitan invadirnos o controlarnos con las fuerzas del orden, pues les basta y sobra hacerlo con sus créditos. Por eso, la solución no está en hacer cosas diferentes, sino en ser diferentes y aportar nuestros talentos de forma distinta. No al servicio del que más tiene, en una economía cada vez más especulativa, sino como el organismo que somos, integrando todas las partes. Y para no ponerlo gratuitamente en peligro, dejando de competir, como se nos pide, como pollos sin cabeza. O en todo caso con ella prestada.

La receta no puede depender absolutamente de contingencias externas -avaricia, neurosis y continuas crisis-, sino que ha de centrarse en cambios internos, de mentalidad. No se requiere tanto disciplina y esfuerzo, como consciencia.

La naturaleza está sufriendo daños graves producto de la actividad humana y a más consumo, mayor el daño, lo cual nos orienta a centrarnos más en reducir el consumo que en aumentarlo desde un capitalismo sin medida. Por eso, ¡ojo a dónde va nuestro talento y a qué servicio lo ofrecemos! Porque al señor Trump, desde su mentalidad global, le valdrá cualquier cosa probablemente, pero al conjunto de nosotros, no, ni mucho menos.